top of page

Artículo No 5: CONFESIONES SINCERAS PERSONALES

  • Foto del escritor: Gilberto Reyes Moreno
    Gilberto Reyes Moreno
  • 26 jun 2023
  • 12 Min. de lectura

ree


Un bizarro enfoque de lo que conocemos como ¡SÍ, SE PUEDE! [O, quizás: ¡Sí, se pudo!]


Pido la gentil venia de mis caros cibernautas para contarles algunas de mis sorprendentes, inusitadas, grandiosas, tristes, increíbles y hasta, a veces, milagrosas situaciones que me ha tocado vivir a lo largo de más de 84 años de existencia, desde el 22.12.1938, fecha de mi llegada al mundo maravilloso que Dios nos ha legado.


(Toda esta narración la haré siguiendo, más o menos, su orden cronológico)


Vivíamos en Huacaybamba, Hbba, una Villa de Huánuco, de no más de unos 4 a 6 mil habitantes a varios kilómetros a la redonda, en aquella época. (Hoy en día es la capital de la Provincia del mismo nombre). Eso, hasta agosto de 1951, cuando emigramos rumbo a San Marcos, distrito de Ancash, a tres días a caballo desde Hbba, donde vivía la familia de mi madre, incluidos sus padres.


La mayoría de mis anécdotas son relacionados a las tres etapas de mis estudios (primaria, secundaria y universitaria)


En la presente oportunidad narraré lo concerniente a la Primaria.


Pero, previamente permítaseme decir que el número original de los miembros de mi familia era 9 (mis padres, 4 hermanos y 3 hermanas) más un hermano y una hermana por parte de mi padre que él los tuvo antes de contraer matrimonio con la que sería mi madre.


Uno de mis hermanos murió cuando era aún un bebe, se llamaba Víctor Raúl.


El evento más trágico que pudo sucedernos fue: La muerte de mi padre, en 1941, cuando mi hermano mayor tenía apenas 11 años, yo 2 y mi último hermano 9 meses. Fue la tifoidea la causa de su muerte, una plaga incurable en esa época.


Quedamos sumidos en la más terrible orfandad.


Mi madre era Receptora de Correos, un empleo casi honorífico, cuya labor consistía en recibir y enviar correspondencia a través de la red de mensajeros, de la zona, que existía a nivel nacional en ese entonces, a tales mensajeros se les denominaba POSTILLONES, hombres que transportaban toda clase de correspondencia, principalmente cartas, eventualmente también encomiendas pequeñas, en bolsas de lona, selladas y lacradas a las que las únicas personas autorizadas para abrirlas eran lo(a)s Receptore(a)s de Correos ubicado(a)s en cada pueblo algo importante.


El transporte era hecho usualmente por el postillón y rara vez con una bestia de carga, eso sólo cuando el peso de la bolsa citada imposibilitaba su transporte personal.


Cuento ese detalle porque, cierta vez, cuando yo tendría unos 5 a 6 años, mi madre comenzó a llorar desconsolada cuando estaba leyendo una carta de mi abuelo, su padre, enviada desde San Marcos.


Cuando, sorprendido y triste, escuché lo que mi madre dijo, entre sollozos, y que lo recuerdo como si fuese ayer: “Dice que Blanquita ha muerto, por causa del sarampión, tenía 8 años” y continuó sollozando y llorando. Para mí fue una múltiple sorpresa, no sabía de la existencia de esa hermanita, tampoco su nombre ni que vivía con mis abuelos y, lo peor de todo: que había muerto.


Quedamos 5 hermanos, todos alcanzamos más de 80 años de vida.


Mi madre era muy católica y teníamos nuestro propio Altar dedicado a Dios, en casa y, cada noche, todos rezábamos el Santo Rosario, cuyos misterios y letanía me los aprendí de memoria de tanto repetirlas noche tras noche. Al fin del S.R. rezábamos las benditas numerosas jaculatorias: Padres Nuestros y Aves Marías, cada vez, dedicados para: Las benditas almas del Purgatorio, los Caminantes, los Encarcelados, los Navegantes, las intenciones del Papa, el alma de Josué Reyes Robles (ese había sido el nombre de mi padre) y uno muy especial: PARA PODER PAGAR LA DEUDA A AMADO.


Necesito explicar:


  • Niños que éramos, usualmente uno o varios de nosotros nos quedábamos dormidos, o simplemente dormitábamos, durante el larguísimo rezo, por lo que era frecuente que al dormilón se le despertaba con un ‘cariñoso’ cocacho en la cabeza, propinado por mi inolvidable querida madre.


  • La otra interrupción de mi relato se debe a lo escrito con letras mayúsculas sobre el motivo de la jaculatoria especial. No diré aquí nada al respecto, pero permítaseme remitir a los generosos lectores de mis demonios (artículos de este blog) a leer el titulado: CHANTAJE, el que se encuentra en la nube desde ya varios meses. Creo que sería interesante y necesaria su lectura a fin de conocer este horrendo e injusto baldón que mi madre y nosotros, sus menores hijos, tuvimos que enfrentar, sufrir y soportar.


Pasó el tiempo entre avatares y vicisitudes y, también, por qué no, con momentos de grata recordación. Como dice Tolstoi: “Toda la diversidad, la hermosura, el encanto de la vida, se componen de luces y sombras” (‘Ana Karenina’) Así vivimos juntos durante muchos años hasta el deceso de mi madre a los 92 años, en Lima en 1998.


Ahora paso a describir algunos hechos de mi vida estudiantil, que creo merecen ser difundidos, para corroborar el dicho ya popular: SÍ, SE PUEDE (en mi caso: Sí, se pudo)


ree

Les prometo que les contaré no mucho, sólo lo más resaltante de esta etapa de mis estudios. Aunque mi modesta pluma no es capaz de obedecer mis anhelos.


El primer escalón, creo que fue uno de los más importantes, consistió en mi cambio de escuela primaria desde la de Huacaybamba hasta de la de San Marcos, a la mitad del 4to. año de estudios de la Primaria (setiembre de 1951). Fue como salir de la oscuridad hacia una brillante luz. Para graficar lo dicho basta que les cuente que en mi primer día de clases en la escuelita, (apenas una casa de familia alquilada para ese fin, comparada con el inmenso y relativamente nuevo local que era la de mi tierra natal), el PROFESOR, sí con letras mayúsculas, habló sobre LOS REPTILES durante unos 30 a 40 minutos, escuché absorto y emocionado su, rara para mí, explicación. Luego el maestro paró su discurso y dijo: Ahora hagan su tarea.


Veía que los aproximadamente 25 alumnos, escribían y escribían, mientras que yo no ataba ni desataba. Fue entonces que el profesor me dijo, alumno Reyes, haga su tarea.


Mi supina respuesta fue: ‘Profesor, ¿QUÉ QUIERE DECIR TAREA?


Otra del mismo lugar: Como yo era un alumno nuevo era también el objeto de la curiosidad de los demás. En uno de los primeros recreos, rodeado por varios alumnos, uno de ellos me pregunta: Y tú, ¿De dónde eres? Haciéndome el especial le respondí: ¡DE LA ARGENTINA!


Para qué lo dije, luego de unos segundos, vino la puñalada: ¿Su capital?


Obviamente no sabía, ¡¡¡Ni siquiera qué es lo que CAPITAL significaba!!!


Creo que ese día fue uno de los peores de mi vida … escolar.


Esa noche, dese las 6 de la tarde hasta las 8 de la mañana del día siguiente, con mi velita al lado, me aprendí las capitales de todos los países del mundo, gracias a que un tío mío, profesor de esa escuela, poseía una escueta enciclopedia, de 6 tomos, titulada “El Tesoro de la Juventud”


Lo que más me sorprendió de esa escuela, la número 343 de San Marcos, fue que los maestros eran verdaderos apóstoles de la enseñanza. Habían logrado inculcar a su alumnado el vehemente y raro interés POR APRENDER. Mi paso por esa escuela cambió mi vida para siempre.


Los nombres de esos ilustres e inolvidables maestros fueron: Alejandro Gonzales Roldán (director), esposo de una prima hermana de mi madre, Agustín Flores, esposo de una hermana de mi madre, Héctor Moreno García, hermano de mi madre y Virgilio Vargas, concuñado de otro hermano de mi madre. ¡Casi toda mi familia inmediata junta! la excepción era sólo el último citado, no emparentado directamente conmigo.


Es necesario esclarecer los puntos siguientes:


  • En el salón donde estuve durante mis estudios del 4to, de primaria estaban también los del 3er. año y les enseñaba el mismo profesor que a los del 4to. el maestro Alejandro Gonzales. Tal hecho coadyuvó mucho para que yo aprendiera, además, lo que nunca me enseñaron previamente.


  • El único Colegio de Secundaria que existía, a cien leguas a la redonda, era el Colegio Nacional de Varones “La Libertad” de Huaraz, en la capital del departamento de Ancash, distante de San Marcos unas 8 a 10 horas de viaje en camión (No existía líneas de servicio de ómnibus)


  • El costo para estudiar en ese colegio era la suma de los de alimentación (pensión), del cuarto o habitación, principalmente, y luego del uniforme ‘comando’, del derecho de estudios (no era gratuito como es ahora), de los útiles escolares, etc.


  • La única posibilidad de estudiar la Secundaria era sacarse la beca, es decir ser el alumno con la mayor nota de estudios en el último año, de cada escuela de Primaria. Al afortunado se le exoneraba casi todos los costos listados líneas arriba, porque los asumía el Estado Peruano. Otra condición era que el becario no podía ser desaprobado en ningún curso, en ninguno de los 4 años sus estudios, antes del 5to. de la Secundaria, so pena de perder la beca.


  • Para sacarse la beca era una acérrima competencia entre los estudiantes de Primaria, principalmente en el último año de esa etapa de estudios.


Todo eso imposibilitaba casi totalmente el estudio de la Secundaria en toda esa región del Perú y supongo que a nivel nacional. Además, como la demanda era bastante mayor que la oferta para la Secundaria, el gobierno dispuso que previamente se tuviera que aprobar un examen, denominado Prueba Objetiva, a rendirse en el mes de febrero de cada año, la que en realidad no era sino un examen más de conocimientos, en el local del colegio al que se pretendía ingresar.


Ahora continúo narrando mi caso.


Logré aprobar los exámenes del 4to. de Primaria con una nota nada importante, 13.


En el siguiente año, el 5to. de Primaria, me enteré de que dos de mis colegas alumnos estaban disputándose el primer puesto de estudios desde hacía ya dos a tres años, ambos ansiaban vehementemente sacarse la beca. Por lo que el 5to. año les era el decisivo.


Para no hacer larga esta historia informo que, para sorpresa de ellos dos, de nuestro profesor y principalmente mía, al promediar los meses de agosto / setiembre / octubre de 1952, era ya muy evidente que yo, el advenedizo nada preparado del año anterior era, quizás, quien se sacaría la tan ansiada y honrosa joya: LA BECA.


Llegó diciembre y con él los exámenes finales, los que consistían en uno escrito, en la mañana de un lunes de ese mes y otro oral en la tarde del mismo día. En ambos exámenes, cada alumno rendía una prueba diferente a las de sus colegas, con preguntas escritas en balotas, cada una de ellas tenía 5 preguntas que correspondía a cada uno de los cursos siguientes: Cálculo matemático, El niño y la salud, Geografía, Historia del Perú y Lenguage.


La nota final, la decisiva, costaba de lo siguiente: Del promedio entre la nota del examen escrito y oral de diciembre, duplicado; al que le sumaba las notas bimestrales de mayo, julio y setiembre. El promedio de la suma total de esas cinco notas era el que determinaba LA NOTA FINAL de cada alumno. Es preciso enfatizar la importancia relativa que tenían las dos notas de diciembre, porque se duplicaba su promedio.


Para rendir mi examen final escrito saqué la balota número 5. Respondí bien a cuatro de las cinco preguntas mas no estaba seguro si correctamente a la pregunta de cálculo matemático, por lo que estaba muy preocupado y triste, ¡Getulio, mi competidor más ‘peligroso’ podría haber respondido bien las cinco preguntas que le tocaron en su balota!


Ese día estaba almorzando cuando llegó mi tío Héctor y enérgicamente me espetó: ¡¿NO SABES SUMAR DECIMALES!?


Mi tío, obviamente, lo primero que hizo fue revisar la hoja de mi examen.


En ese momento, tan trágico, me di cuenta de que ¡para sumar números decimales basta colocar los puntos decimales en columna y ejecutar la suma normalmente!


¿Ya era demasiado tarde?


Para el examen oral de esa tarde, ninguno de los maestros, mis parientes cercanos, quiso tener la responsabilidad de examinarme. Fue entonces que decidieron que mi examinador oral fuese el maestro Virgilio.


Tenía que sacar la balota con las preguntas: Metí la mano dentro del ánfora, que contenía 30 balotas, y saqué una: ¡¡¡ERA NADA MENOS QUE LA BALOTA NÚMERO 5!!! ¡Otra vez! …


Obviamente, que rendí un examen brillante … ¡La beca era mía!


Muchas veces me he preguntado sobre cuál hubiera sido de mi vida si hubiese sacado OTRA BALOTA. Las respuestas siempre han sido estas dos dicotómicas:


  • Estaba suficientemente preparado como para haber salido triunfante de ese lance.


  • No hubiera sacado la beca y no estaría escribiendo todo esto porque ni mi blog existiría y mucho menos.


Pero, aun no estaba dicha la última palabra: Faltaba aprobar la bendita Prueba Objetiva, la que debería de rendirse en el mismo Colegio “La Libertad”, en Huaraz, en el primer lunes del mes de febrero de 1953.


El sábado inmediato anterior al primer lunes de febrero viajé a Huaraz y me hospedé en la casa de la familia de otro tío mío que moraba allí. Al día siguiente, domingo, le pedí a mi tío para que me acompañara cuando fuese al Colegio el lunes antes de la 8 de la mañana, pues el tal examen empezaba a las 8 am. Nunca había estado en Huaraz por lo que desconocía cómo ir al lugar donde quedaba el Colegio.


El lunes me desperté temprano y poco después estaba listo y le desperté a mi tío. Él miró su reloj y me dijo, algo incómodo, que era demasiado temprano y que le dejase dormir un rato más. Esperé y esperé. Como no se despertaba insistí y entonces fue que él, mirando su reloj me dijo sorprendido: “¿Todavía no has ido? … Corre tres cuadras hacia abajo luego tuerce hacia la derecha sigue dos cuadras y voltea hacia la izquierda, a la derecha … verás unos árboles, esa es la Alameda del Colegio, al fondo verás una casa grande amarilla, ese es el Colegio, ¡corre!”


Corrí y corrí como alma perseguida por el diablo, siguiendo las indicaciones dadas por mi tío … vi los árboles, ¡qué alivio!, luego la casa grande amarilla y escuché que alguien tocaba un silbato fuerte y repetitivamente, seguí corriendo hacía el lugar desde donde provenía tal sonido; llegué ante una puerta grande, la atravesé ¡y el silbador cerró la inmensa puerta! Fui el último en entrar al local del Colegio. Quien tocaba el silbato tan insistentemente había sido el portero del Colegio, con la intención de apremiar la llegada de eventuales demorosos.


Rendí la prueba sin otra novedad y luego nos informaron que los documentos del examen iban a ser remitidos a Lima - desde donde también habían sido distribuidos a todos los colegios de Secundaria a nivel nacional – para su calificación y que los mismos serían devueltos dentro de un lapso aproximado de unas tres semanas.


Volví a San Marcos.


Aunque esta narración ya está resultando demasiado extenso, no debo de parar hasta agregarle un episodio por demás raro e incongruente.


Resumiendo: Se trataba de una fiesta religiosa que se celebraba en San Marcos, distante unos 5 km. desde Cruz Blanca, nombre de la Casa-hacienda de mi abuelita por parte de madre. Toda la familia se había trasladado a S. M. mientras que yo permanecí en esa casa, no me acuerdo por qué motivo.


En la víspera de tal fiesta iba a realizarse, entre otros, la quema de fuegos artificiales, bailes folklóricos amenizado por una gran Banda de Músicos, etc. Hechos muy apreciados principalmente por muchachos de mi edad. Decidí ir a San Marcos. Casi inmediatamente después de mi llegada, a eso de las 8 de la noche, aparece mi Héctor, quien nuevamente me espeta: “¡¿Qué haces aquí?! ¡regresa inmediatamente a Cruz Blanca, ni siquiera has aprobado el examen!”


Noticia tan infausta, desastrosa, triste, demoledora … ha sido la peor en toda mi vida o, por lo menos, una de las peores, porque hubo otras … mucho después.


Ese camino de regreso a Cruz Blanca fue la peor vía crucis de mi vida, … aunque hubo otra que me parece que fue peor, esa vez, por vergüenza ajena.


Llorando, totalmente abatido y triste, casi sin darme cuenta de lo que me estaba ocurriendo, llegué a la casa hacienda; la que estaba solitaria.


Me senté en un banco de madera en el corredor de la casa y no recuerdo cuánto tiempo pasó hasta que atisbé a un muchacho, en el zaguán de entrada, y a quien lo reconocí que era de S. M. y me dijo: “Tu tío Héctor dice que vayas a S. M” y no agregó nada adicional.


Me asusté aún más. Supuse que él estaba tan molesto que, tal vez, hasta temía una reacción suya eventualmente más violenta hacía mi persona.


Cuando llegué, era como las 11 e la noche o más, veo a mi tío que me estaba esperando. Fue cando me dijo: “Muy bien, dice que has aprobado, puedes quedarte” Él era recto, justo, honorable y bueno. Pocas son las personas que conozco, que merecen esos adjetivos calificativos, juntos.


Noticia TAN DULCE fue, tal vez la mejor que he escuchado en mi vida toda … Hubo otras buenas también posteriormente.


Entonces, ¿qué es lo que había pasado?


Las comunicaciones a larga distancia en esa época, 1953, era aún vía telegramas, mensajes con el código Morse, conocido y usado por unos pocos, básicamente por los telegrafistas empleados públicos del Departamento de Correos y Telégrafos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. En los telegramas se trataba de emplear el mínimo número de palabras para minimizar su costo.


Uno de los usos de ese medio de comunicación a distancia era enviar telegramas con respuesta pagada, lo que aseguraba que el destinatario la respondiera.


Mi maestro, Sr. Alejandro Gonzales, había cursado uno de esos telegramas dirigiéndola al secretario del Colegio “La Libertad”, con todos los datos necesarios para identificar a los dos únicos postulantes de la escuela de S. M. indagando los resultados de sus respectivos exámenes.


La respuesta había sido que ninguno de los dos había aprobado.


Pero, una tía mía, prima hermana de mi madre llamada Margarita, la muy buena y querida señora tía Mallquita, había hecho lo mismo que hizo mi maestro, enviando un telegrama similar al ya citado, dirigido a unas amigas suyas que vivían en Huaraz.


La respuesta por ella recibida decía, textualmente: “Gilberto Reyes 83. Antonio Vargas 51. Mínima nota para ingresar 55”


Y colorín colorado, esta historia ha (por ahora) terminado.


En las siguientes entregas de los artículos de mi blog, les contaré lo que me pasó durante mi instrucción Secundaria, en el Sesquicentenario (entonces) Colegio Nacional de Varones “La Libertad” de Huaraz, entre los años 1953 -1957, ahora ya casi Bicentenario, porque fue fundado, por el Mariscal Don José de La Mar, en 1928.


Tal vez, les cuente también, posteriormente, lo más saltante de mi etapa laboral, así mismo, plena de situaciones sui generis, algo extrañas, con cierta complejidad y suerte.


Todavía bulle en mi cerebro otra idea más cruel, de ir un poco más allá y, tal vez, narrarles también algo de mi vida sentimental, la que está compuesta de luces y sombras, como todo en la vida. (Al decir eso, me estoy robando parte del verbo de Tolstoi)


Mil gracias caros fans de mi blog por soportarme con la benevolencia que acostumbran hacerlo.


Sinceramente


Gilberto


Lima, 23 de junio del 2023.



 
 
 

Comentarios


El camino de la vida... y algo más

Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

©2020 por El camino de la vida. Creada con Wix.com

bottom of page